Para incrementar la sostenibilidad ambiental y económica de la producción hortofrutícola en condiciones de escasez hídrica severa, se hace necesario implementar estrategias de riego que maximicen la producción por cada m3 de agua de riego empleado. Entre estas estrategias, el riego deficitario controlado (RDC) consiste en no satisfacer plenamente las necesidades hídricas del cultivo durante ciertos períodos o fases, denominados períodos no críticos, en los que el cultivo es menos sensible a una reducción del riego, permitiendo así, incrementar la eficiencia del uso del agua de riego y energía, sin afectar el rendimiento o la calidad de los frutos. Incluso, en ciertos cultivos permite incrementar la concentración de compuestos funcionales, acumulación de azúcares y homogeneizar la recolección.

Para llevar a cabo una correcta estrategia de RDC, se hace necesario considerar cuatro aspectos fundamentales: i) el diseño agronómico de la instalación de riego debe permitir una continuidad del bulbo húmedo a lo largo de la línea portagoteros; ii) el déficit hídrico debe ser aplicado en aquellos momentos en los que el cultivo es menos sensible al estrés hídrico, por este motivo el conocimiento y control de la fenología es fundamental; iii) el déficit hídrico debe ser programado a partir de indicadores del estado hídrico de la planta, considerando sus valores umbrales; iv) la programación del riego durante los períodos críticos (momentos en los que el cultivo presenta una elevada sensibilidad al déficit hídrico, pudiendo afectar negativamente a la producción y calidad de la cosecha) debe limitarse la lixiviación de agua y nutrientes por debajo del sistema radicular.
En el caso del cultivo de paraguayo (frutal de hueso temprano), se consideran críticas tanto la fase III de crecimiento del fruto, que se inicia una vez acumulados 577 GDD desde máxima floración (el fruto ha alcanzado el 60% de su tamaño final), como la postcosecha inicial, en la que ocurre la diferenciación de las yemas florales para la siguiente temporada; por lo que durante este período se debe de satisfacer las necesidades hídricas del cultivo. En el caso de la floración y cuajado de los frutos, la demanda climática es baja (meses de febrero a marzo), por lo que no se considera como un período crítico, para temperaturas usuales a estas fechas.
Durante el resto del año, fases I y II del crecimiento del fruto y la fase postcosecha final el cultivo presenta una mayor resistencia al déficit hídrico. Sin embargo, es fundamental no sobrepasar un valor umbral de estrés hídrico de aproximadamente -1,75 MPa de potencial hídrico de tallo a mediodía en postcosecha, y una integral de estrés hídrico que oscile entre 30 y 58 MPa día, dependiendo de la duración del déficit hídrico, y teniendo en cuenta que un valor elevado durante más de dos años consecutivos, afectaría negativamente al crecimiento vegetativo (que es elevado durante esta fase), y en definitiva al rendimiento. Esta estrategia de riego deficitario controlado permitiría incrementar la eficiencia del uso del agua de riego y nitrógeno.
Autores: P.A. Berríos, A. Temnani Rajjaf, A. Pérez-Pastor